domingo, 5 de octubre de 2014

Antes de que te vayas

Ayer me enseñaste otra lección y te agradezco por eso.

Fue tan grande el dolor que al mismo tiempo se volvió más rápido una cicatriz que una herida. Por eso es mejor decir ahora lo que en algún momento dí por hecho con el genuino deseo de que sepas:

Que cada segundo contigo ha sido un interminable regalo, desde que te miré por primera vez ahí sonriendo con la luz en el rostro y el mar en la espalda. Si por un momento soñé contigo no lo recuerdo, no supe el instante hasta que me ví frente a ti hablando.

En el momento en que te encontré supe que estabas cambiando mi vida, que eras la causa o la consecuencia, que debía tener cuidado con lo que hacía y de las decisiones que tomara a partir de ese momento.

Hoy entiendo que las cosas que son importantes en la vida son simples y valiosas, que no importa cuanto tiempo vivas sino como lo vivas, que todo y nada son lo mismo, y que cada uno de nosotros somos especiales. Sólo eso, y ya está, y los conflictos en el mundo son los mismos, los años ásperos nos enseñan que todo es siempre lo mismo, pero nosotros siempre somos distintos.

Contigo dejé de escapar y encontré un lugar donde quise quedarme. Me recosté en los brazos de tu amor con placer y me perdí en el perfume de tu alma, en tu sensualidad, en tus miradas, en tus manos y entre tus risas, como hojas de maíz endulzadas con chocolate blanco.

Y por fín viví plenamente lo que siempre había sentido con respecto al amor y la plenitud. Alcancé la paz de estar con un ser humano que te acepta y te protege sin tener que tocarte. Con los hilos invisibles de las vibraciones divinas que emanan de las consciencias sensibles, que sanan y ayudan a los demás desde la luz de sus propias heridas.

A tú lado soñé con lugares que no sabía que existían y tú me llevaste a encontrarlos en este mundo físico. Me dictaste sin palabras lo que significaba el amor desde tu espíritu, y me enseñaste a hacer brillar a los demás con su propia luz. Me cuidaste y me llevaste por todos esos lugares y me enseñaste a cuidar de ti.

También aprendí que el tiempo no existe. Que siempre y nunca son límites imaginarios, y que un segundo puede ser una pequeña eternidad, en dos horas puedes almorzar, ir al banco, reparar calzado, y beber una copa de vino, y todo sin caminar demasiado.

Que los plazos de años de acaban en meses. Que los sueldos millonarios se desvanecen en engaños y falsas promesas de amor. Que las malas decisiones llevan a experiencias escabrosas y es normal tener miedo a confiar. Pero sobre todo que el curso natural de la vida y nuestra propia preparación, nos conduce a pisar caminos increíbles y fuera de toda lógica imaginable. Que la creatividad de la naturaleza es tan inmensa que el ser humano se debe instruir en escuchar y no en interpretar.

Por eso hoy voy a pensar que no existen los segundos, y que todo el tiempo es un conglomerado solido y viscoso, indivisible. Voy a mirar como peinas tu cabello, como sonries y miras, como interrumpes tus ideas para contarme algo, a veces varias veces en un mismo momento, esa aleatoriedad con la que siempre haces algo impresionamente artístico, como haces del odio un cuento de hadas y del dolor una tenue brisa de calma, sentiré tu dulzura mientras me acaricias y mientras me alimentas del frio.

...

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