martes, 28 de julio de 2009

Incongruente ensayo del miedo

Todos los días sentimos miedo. Todos los días nuestros sentimientos nos invaden como la luz penetra por un vitral, llenando de vida las formas. ¿Cuántas palabras decimos con miedo? Demasiado pensar exige unos segundos de intimidad desracionalizada, escribir esas palabras que se sienten bien al ser tecleadas, esos sonidos que son suaves y que no exigen ortografía, sábado y pedazos de pan, canciones y valorar la familia, a tu lado todo sabe más dulce.

Intentar. Una y otra vez contar el mismo cuento con las mismas palabras pero con distintas intenciones. Nos gusta inventar tantas realidades como nos quepan en las manos y en los bolsillos. Buscar la que sabe rico y que le da sentido a las demás, llamo miedo a todo lo que no entiendo y no sé como corregirlo. Los impulsos son el reflejo de un alma sin paz.

Ese equilibrio medieval que no sabe a nada solo conduce a hablar sin sentido. ¿Me juzgarías entonces? Harto de no saber que sucede con el mundo que todos dicen que es real. Préndeme fuego y déjame ahí, la inmortalidad de mi sangre enervada me hará arrullarme en la llamas.

La momentánea paz que arrulla a las almas atormentadas, se bate como la crema en un envase ovalado. Extraño tus besos, tu ternura y tu amor, odios tus odios y tus miedos eternos. Odio mis errores, mi egoísmo y mi decidía, Ojala los errores no fueran tan caros. El tono enrojecido de la luz dispara más dudas que miedos, El infierno arde más cuando se lleva dentro. Ya no quiero usar eufemismos de cosas que me arden al no salir. Quiero probar con mis propias manos de que manera puedo sentir que mis pasos me llevan hacia un lugar cualquiera, pero me llevan.

Quiero por lo menos saber que soy yo el que escribe y quisiera encontrarme atrapado en muchas de mis frases, para reconstruirme para volver a saber quién soy y que hago aquí. Nunca la gloria del paraíso supo tanto a azufre y fuego. En la boca de cielo sentir los colmillos de animal que aúlla fuerte desde su garganta. La inocencia y las ganas de ser feliz, mezcladas con la constante sensación de llevar puesta una máscara.

Cuantas sonrisas han sido sustituidas por palabras criticas y llenas de furia, ¿Cuánto es el odio que revolotea dentro de mis ideas esenciales? Que miedo me da ver tu luz apagándose a chorros por entre mis vidas. Que fácil seria escapar y qué difícil es quedarse, aunque parezca exactamente lo contrario. “la percepción es realidad” y mi vida es lo único que tengo, que siempre he tenido, y lo único que tendré, cada que respiro profundo un instante se va para siempre y la pregunta es si valió la pena imprimirlo en la pared de mi memoria.

Tengo tanto miedo y siento tanta tristeza de llenar mis ideas de semisabores y amargos momentos pseudoagradables, ¿Debo sentirme eternamente culpable por haber borrado de mí, la existencia de otros seres humanos? Si la muerte esta a lado de nuestras cabezas todo el tiempo esperando que de repente explotemos, ¿No sería sensato tratar de cerrar los ojos y dejar que ella espere sin que nosotros estemos conscientes de su respiración en nuestra nuca?

El amor es tan adictivo que cuando intentas dejarlo la ansiedad te tortura tan afanosamente que mientras tu razón estalla de rabia por tu estupidez, tus labios y tus brazos se llenan de tibias lagrimas materializadas en otro ser humano.

Cada que te beso siento que no podre dejarte jamás. Lloro a veces de la impotencia de haber perdido ya mi vida sin saber si lo deseaba, a veces parece que vale la pena pero a veces no. Cuando encuentras pureza en las palabras de otras personas es imposible no escucharlas. Cerrar los ojos a esa pureza por miedo nos hace estúpidos, arrogantes e infelices.

Ojala mis palabras combinaran con los buenos sentimientos de mi corazón, y poder decir las cosas que a la gente hacen feliz y que de alguna manera salen de algún lugar dentro de mí. Que mi maldad se borre con la memoria de todas las cosas que no entiendo ni debieron pasar, que las palabras que otros dijeron y el castigo a si mismo que otros materializaron en los cuerpos de otros seres humanos, dejen de atormentar mi espíritu inocente de niño, de aprendiz de aventurero y escritor. Que mi consciencia sea un escalón que me acerque un poco más a mejorar el rumbo del mismo tiempo y no el yugo que me hace repetir las mismas amargas y erradas historias.

Que las historias si tengan finales felices, que los padres no sufran el abandono emocional de sus padres, que la sociedad no sea quien escriba las leyes internas de los seres humanos, que las nubes no se posen eternamente sobre los hombres y sus almas. Que me pueda soltar, que derive este universo en lo que tenga que derivar, que me lleve consigo en el camino o que me permita ver su grandeza, que me arranque de un chapuzón frío y rápido ese miedo que se alberga en mis entrañas, provocado por el odio y la historia. Y de una vez por todas gozar no solo cada día, sino también cada segundo. Escribir todas mis historias sin tenerlas que redactar.

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