miércoles, 15 de julio de 2009

Miedo a decir

Es tanta la responsabilidad que cae sobre nuestras palabras, que es posible que llegue un punto en que preferimos callar. No es sólo una cuestión de no saber que decir, sino más bien el saber exactamente lo que se quiere decir, pero la posible consecuencia de decirlo, nos lleva a la autocensura.

A pesar de la libertad oficial que tenemos hoy en día, las limitantes no oficiales a la libertad de expresión, pueden resultar practicamente igual de castrantes que las utilizadas con anterioridad en los regímenes totalitarios, la inevitable y triste consecuencia, es que los individuos se convierten en candados a sí mismos y muchas ideas, quedan atrapadas en las entrañas enfermas de una persona que prefiere guardarse las cosas.

Que implicaciones tendría que un padre expresara abiertamente que su hijo frustró sus sueños de ser músico, o un saceerdote que siente deseos sexuales homosexuales, o una niña que siente deseos de matar a su hermanito por celos? Sin duda actos tan humanos como las explosivas emociones mismas, pero sin juzgar lo correcto o lo incorrecto de un deseo, la necesidad de expresión se vuelve algo tan necesario que el estriñimiento intelectual o expresivo se puede volver una terrible migraña en los sesos del corazón.

Tratemos de entender las palabras como el transporte de las emociones humanas y no sólo como hechos dados que deben concretizarse, dejemos que ese transporte pueda también sacar la basura que vive y se pudre adentro de nosotros.

Liberemos el exceso de equipaje y abramos más la boca.

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