domingo, 13 de febrero de 2011

Aquel violín

Me gusta mirar a las violinistas e imaginar que las pongo nerviosas, escojo a la mas cercana, a la que pueda verme, la mas bonita, la que su expresión inspire amor, y encuentro esa mirada al vacio del artista y pretendo que la hago mia, y pienso que ella toca para mi.

La miro con insistencia, admiración hasta que se quiebra la distancia y siento que la conozco y los instrumentos parecen narrar nuestra historia como si fueramos dos viejos bailando un vals junto al fuego con una sonrisa y un recuerdo infantil, y juego a que nos conocemos y que ella toca para mi.

Siento que me mira y se pone nerviosa, e imagino que el rubor de sus mejillas no proviene del esfuerzo de darle forma y talento a cada nota a la que nos expone con profunda belleza y a veces hasta me sonrie, o por lo menos eso imagino.

Y cuando termina el concierto me levanto y aplaudo, y engaño profundamente a todos, porque piensan que aplaudo a la orquesta cuando en realidad solo le aplaudo a ella, y mi violinista sonríe y los engaña a todos y se sonríe y agradece mira a todos lados y no me mira a mi, y ella se sonroja y sonríe, ella sonríe para mi.

Y todo se termina y se van todos y la gente comienza a salir, y ahi se queda la fantasia con mi historia que me hizo tan amena y tan febril la tarde, respiro profundo con calma y atrapo toda nota cuando pueda, cuanto queda ahi, quisiera subir al escenario y recoger los dejos de talento que lis artistas hayan olvidado por ahi.

Cuando cierro los ojos en mi cama a penas para dormir, entonces escucho de nuevo aquel hermoso violín.

1 comentario:

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