miércoles, 1 de junio de 2011

Y así, tuve mi primer estudio

Después de casi 18 años de escuela me dí cuenta con mucho agrado, que era importante tener un estudio. Un lugar donde resultará placentero, cómodo y práctico, buscar todo lo que siempre quisimos saber y preguntar. Un espacio personal y breve en el cual se pueda uno sentarse y preguntarse a toda comodidad, que demonios pasaba por nuestra cabeza en algún determinado momento.

Un buen lugar para planear, para organizar, programar, visualizar lo que vendrá. Donde existe la motivación necesaria para afrontar el mañana inmediato y el horizonte del que nunca llegará.

Así pues, mientras ordenaba algunas y todas las cosas, encontré un espacio como lo he descrito antes, sin quererlo demasiado, y al parecer emanando de un lugar que no estaba en mi antiguo acomodo de las cosas, una hermosa ventana con luz, mucha luz, para bañarme en luz mientras leo a Focault, o Cortázar... Jajá como para llenarse de energía mágica loca.

Y así es como tuve mi primer estudio, pero definitivamente no el último, definitivamente este espacio me ayudará a sacar mucho de lo mejor de mi, y me acercará más a la disciplina personal que estoy buscando. Paradójicamente es tal la emoción de sentarme a escribir, y ahora la universidad me ha exigido y por primera vez he gozado el hecho de ser exigido para escribir un ensayo de los temas, sobre los cuales siempre quise escribir, que me embarcado en escribir a placer, rodeado de mis libros y quemándome las pestañas buscando términos inconclusos y subexplicados.

Cansarme los ojos con un tequila o con un café, con música clásica o con un programa de televisa. Así el canal de posibilidades se vuelve una joya que se convierte en el goce más profundo de todo ser humano que no sólo aspira sino que disfruta eternamente, se emociona y se conmueve, cada que se sienta a escribir.

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