martes, 19 de enero de 2010

Intraquilidad y fin


Me abrasa una insoportable intranquilidad,
los violentos acordes del tango acallan mis demonios,
pero revuelven mis sentimientos,
Intranquilos los diablos se comen de mi piel las esquirlas humeantes.

Exhalaciones intempestivas atraviesan mis pulmones hasta mis boca,
ráfagas de mi ira se arremolinan contra el universo ardiendo,
voces de profundo culto, y otras de resignación,
ambos perdidos,
unos por ignorancia, otros por decisión.

¿Qué nos hace mejores que los lobos, que despedazan su comida con los colmillos?
Somos nosotros los que devoramos a nuestros hijos,
nuestros sueños apagados emanando aullidos de intranquilidad,
y en el silencio un llanto mudo de un fracaso.

Que vuele por el mundo la pólvora y la lumbre nos absorba,
que nuestro santo sacrificio, se perdonen por siempre nuestros pecados,
que en nuestra sangre se lave el daño al karma universal,
que en los ojos de los inocentes arda por siempre la esperanza.

Dejad que los hombres sin rostro, caigamos de hambre y de sed.

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