viernes, 18 de septiembre de 2009

En la inmensidad de Facebook

Así, una tarde de verano hace ya muchos años la encontré,
con esa cara perfecta y sus ojos verdes,
la ví y me enamoré y la deseé desde el primer instante,
me acerque y así nació el amor de pared a pared.

Poco a poco el grado de conexión entre nosotros nos superó,
hasta el grado de que nos salimos de ahí,
y entramos a la realidad.
















Nos amamos de manera intensa y vivimos la vida,
como pocos la vivirán jamás,
Construimos y destruimos mundos paralelos,
un lenguaje propio, una amor eterno.


Cadenas de equivocaciones se apretaron en mis manos,
destroce con mi ceguera todo lo que había creado a mi paso,
arranque de dentro de ella lo más bello que había dejado,
y cuando me dí cuenta estaba completamente muerto.

Muchos años de una historia que dieron varias vueltas al mundo,
que encontraron a su paso otros mundos y diferentes caminos,
pero que seguían allá plasmados en el mundo electrónico,
de vouyeristas aficionados y solitarios.

Pero ayer arrancó de mi el cordón umbilical,
y desapareció de mi lista de amigos,
tal vez porque realmente amigos nunca fuimos,
y así todos los detalles y momentos,
que se guardaron en pixeles de color,
y que me hicieron vibrar y virtualmente imaginarte,
se han quedado allá suspendidas,
atrapadas en las entradas de los que fueron nuestros amigos,
mis lágrimas ya se escriben en ningún lado,
más que en mi anticuado corazón.

Y es que los robots de los buscadores,
no sienten pena,
no saben llorar.

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