domingo, 6 de septiembre de 2009

Quemar las naves

De cuando en cuando viene un viajero que mira con desden al arrogante,
mira todo a su alrededor y dibuja en su seño un rostro de confusión,
no entiende porque si el río corre con la pendiente,
hay hombres necios que elevan canales que la lleven hacía arriba.

No recuerdo de color son los lazos que amarraban mis memorias,
los suaves caminos que recorrí cuando era niño,
son más lindos hoy que los veo lejanos,
Y me arrullo pensando en los buenos tiempos cubiertos de sueños.

Somos tan frágiles como y como las burbujas efímeros,
como rocas que se desprenden del límite del acantilado,
para caer para siempre hacía las frías aguas del río,
tal vez hasta al fondo del mar, tal vez a la orilla de la playa.

Son tan fuertes los gritos del pasado que la luna de plata calla,
hoy somos aves que vuelan lejanas y cerca de la nada,
antes eramos espadas que emblandecían con furía,
mañana volveremos a ser  las estrellas que brillaban ilusionadas.

Puedo mantener mi cabeza ocupada por muchas horas más,
¿Cuánto tiempo puedo distraer mis ojos de la tristeza?,
unos segundos bastan para devolver al huracán su fortaleza,
los eternos silencios del tiempo resonarán por siempre en mi cabeza.

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