jueves, 9 de agosto de 2012

Sobre el cine y el mensaje implicito en las producciones

Conforme el tiempo sucede y mi gusto por el cine aumenta, aumenta a la par la duda sobre el valor de los mensajes implícitos dentro de las producciones modernas. Por un lado: sí, ¿Tiene sentido esperar que exista un mensaje moralizante dentro de las películas? ¿Es justificado el deseo de esperar dicho mensaje? ¿Es realmente necesario que estas películas tengan un mensaje moralizante?

Con respecto a la primera pregunta, y en término prácticos, la respuesta es: no, no lo tiene. Es claro que no hay un interés dentro del ambiente cinematográfico por plasmar profundidad en sus discursos, se concentra y se incentiva el uso de elementos recurrentes que está probado funcionan y que se replican incesantemente hasta que la gente deja de responder ante dichos estímulos. Esto provoca que no exista una real novedad, una innovación profunda tanto en los formatos como en las historias, por lo que se abre incidentalmente la puerta, a propuestas independientes y alternativas. Y no solamente en cuanto a formato y producción se refiere. Sino también a la forma como se proyectan y exponen los filmes mismos. Ya no es necesario esperar a una gran productora y a una gran distribuidora, al contrario, hoy resulta mucho mejor localizado y mucho más impactante utilizar una variedad de opciones para la difusión y distribución de contenidos cinematográficos.

En referencia a la segunda pregunta creo que es perfectamente justificado desear un mensaje moralizante dentro de los contenidos cinematográficos. Es tal, la necesidad de hacer consciencia social en general, de manera preponderante en los países en vías de desarrollo, que el cine debe ser un frente suficientemente potente como para modificar, ampliar y cultivar la percepción de las sociedades modernas. La realidad es que ya lo son. Las películas modernas son portadoras del virus que corroe las entrañas de nuestra sociedad.

Aunque la gente pretende disociar el mensaje o hilo conductor de las películas que ven en las salas de cine, de los efectos especiales, los actores, la fotografía, la música, etc. resulta imposible no consumir el producto de manera integral. Son los motivos que conducen las acciones los que en general conllevan el refuerzo de conductas a todas luces inmorales, egoístas y prepotentes. Reafirman prejuicios y universalizan problemáticas que en realidad no son representativas de la mayoría y sin embargo con el paso del tiempo parecen ser parte de la cotidianeidad de toda una sociedad.

Por tanto y con respecto a la última pregunta que planteo: Es cuestión de tiempo para que las personas cobren el sentido común necesario y sean capaces de ver la propaganda a la que han sido sometidos, y además teniendo que pagar por dichas entradas, y bastará con una nueva propuesta cinematográfica, un modelo de negocio, de operación, de producción y de distribución distinto. Un modelo de creación y difusión de contenidos que vuelvan insostenible el modelo actual y que lleven las ideas, los momentos y las historias a las personas y las comunidades. Bastará demostrar que el contenido que tenemos hoy en día, aún con toda la inversión que implican, son indeseables, pretensiosos y tontos. Tal vez algún día la gente ya no se sienta cómoda siendo tratada como estúpidos. En eso recae toda mi esperanza en la humanidad y en el futuro de la cinematografía.


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