miércoles, 22 de diciembre de 2010

Es tiempo de correr la cortina

Cuando miras un buen rato por la ventana que da a la calle en mi habitación, puedes ver a la gente que pasa por la calle, los arboles, los autos, las peleas de los vecinos, los autos que se estacionan, los que se van, a la policía, niños, mujeres que pasean a sus mascotas, mascotas que pasean a sus amos, y mucho más. Sin embargo después de un buen rato de esta práctica, la mente y los ojos quedan exhaustos, ¿Es posible acaso qué los ojos se cansen de lo bello, qué la lengua deje de sentir deseo de probar algo delicioso? no lo sé.

Lo que sé es que, por un momento, sobrecargar de información la mente resulta asfixiante, provoca un ligero pánico disfrazado de hartazgo y la sensación de querer meter la cabeza bajo la tierra y desconectarse por completo del mundo pensante.

Me aterra en particular la idea de que existe un mundo de cosas por conocer y por saborear y que no pueda poseerlo todo, que no pueda conocerlo todo, que no pueda visitarlo todo, conquistarlo todo, ¿Eso está mal? ¿Por qué existe tanta belleza a la cual jamás podemos acceder? Mi respuesta ante esta pusilánime pregunta es, de forma concreta, que el universo no crea sólo la belleza a la que puede acceder un individuo sino más bien, crea toda la belleza a la que todos y cada uno de los seres vivos que habitan el planeta accederán en sus vidas y así se regocijen de placer.

El mundo no gira alrededor de nosotros y aunque se nos va la vida en probarnos a nosotros mismos lo contario, lo fundamental sobre el bien vivir no proviene de ninguna otra parte que de nosotros mismos, y nuestra relación con nuestro entorno debería de ser secundaría y no dominantemente primaria. Curiosamente admiramos a quienes han sabido defender sus ideas, han ido contra la corriente y han triunfado a los ojos de los hombres aunque generalmente este proceso proviene del profundo ensimismamiento de las personas. Son pues aquellos que han cerrado la ventana y han dedicado a mirarse una y otra vez el espejo.

Mirarse en el espejo no quiere decir olvidar o desdeñar el hermoso paisaje que se dibuja del otro lado de la acera, o negarse la indescriptible sensación de la convivencia, significa transformar la maraña de pensamientos desordenados en principios y reglas, en opciones y decisiones, en caminos y atajos. De esta forma obtener un beneficio real de nuestro conocimiento y experiencia de manera tal que haya valido la pena la obtención de toda esa información.

Así pues al puro estilo de un corte de caja, el momento ideal es cualquiera que permita una relajación libre por al menos 48 horas, y por medio de correr la cortina y colocar una silla frente al espejo comenzar a lanzar ideas al aire y luego capturarlas en preceptos, una vez formulados los preceptos principales es el momento ideal para criticarlos, destruirlos y humillarlos al grado de perdonarle la vida únicamente a aquellos que su existencia aparente ser esencial y así complementar con todos los deseos personales, miedos y sueños, y construir una filosofía suficientemente funcional para tener la fuerza de volver a correr la cortina y mirar.

Pero esta filosofía no será una piedra pesada inamovible dentro de una base de ideas, sino serán letras y palabras escritas en la arena que irán mutando en nuevas proposiciones dignas de volver a ser criticadas.

Así lo que pensé me conduciría a un descanso mental me lleva al enredo de encontrarme con una carga de pensar aún más abrumadora que la que ya me abrumaba, ahora con claridad veo, que de manera vana. Pero sería aún más irresponsable quedarme aquí sabiendo lo que he dicho y dejando pasar la oportunidad de poner en orden de una vez la casa y es por eso que me debo a mi mismo, sentarme erguido y concentrado, frente al espejo a mirar.

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