martes, 13 de septiembre de 2011

Acciones y decisiones

Independientemente de nuestra concepción personal de la realidad las cosas suceden. Los encuentros ocurren, las cosas se construyen y destruyen, las personas se aman y se odian, nacen y mueren.

¿Qué hace que una acción se lleve a cabo? La acción premeditada tiene como característica esencial una intencionalidad, una decisión debe ser hecha con antelación a dicha acción.

Las acciones y las decisiones suceden todo el tiempo en cualquier sistema de pensamiento, aún la inacción implica una premeditación o al menos una falta de planeación.

El desconocer que una acción sucederá no nos exime de vivir sus consecuencias. El hecho de que desconozcamos la ley que la clase legislativa propone y desarrolla, no nos exime de acatar dichas normas y además de estar restringidos a ese campo de acción siempre y cuando deseemos actuar dentro de la legalidad y la convivencia social propuesta por el estado.

La implicación de que cada acción provenga de una decisión es una liberación para muchos y un yugo para otros. Mientras ciertos individuos se sienten tranquilos dejándose a sí mismos claro, que están actuando de cierta forma, para otras personas resulta una complicación, caos, y desesperación el no entender su presente como una consecuencia de miles de factores inciertos que los mantienen en la completa evasión de sus acciones e incomprensión de su presente.

Esto conduce a la sensación de infinidad, resulta tan sencillo emprender un camino sin regreso en el autoengaño y la responsabilidad absoluta de un algo que acciona y desacciona ciertas causas y efectos en la realidad.

Pero, ¿Afrontar es siempre lo más adecuado? ¿Que elementos hay en el afrontar? y ¿Qué elementos están presentes en la evasión? Hablemos sobre eso:

Afrontar una decisión, aceptar las consecuencias de las acciones provocadas bajo la intención de verlas suceder implica una afirmación en la realidad de la propia existencia de la persona, además de poner en manifiesto su capacidad de escribir y manipular la realidad que vive y en donde las demás personas viven. Esto en un sentido extra moral.

Por lo que afrontar, antes que otra cosa, es una cuestión personal, individual y que deberá provocar sus primeros efectos en la persona que afronta. La responsabilidad implica generalmente una carga de situaciones que las personas no siempre se sienten cómodas llevando, Sin embargo algo que debe ser claro, es que dicha responsabilidad se limita a las consecuencias naturales que emanen de dicha acción, quedando completamente al margen las opiniones en retrospectiva o hasta el sentimiento de incomodidad que pueda provocar en terceros, una vez más en sentido extra moral.

El que afronta debe estar listo para entender que el movimiento que se genera a raíz de actuar, es algo similar a las olas del mar, y se puede llegar a tocar muchas cosas en muchos niveles.

Sin embargo, aunque dichas olas perturben el mundo de otras personas, inevitablemente todo el mundo está decidiendo todo el tiempo y si no movemos nuestro barco y comenzamos a hacer olas, seremos llevados únicamente por el oleaje provocado por otras olas que provengan de otras personas.

Por otro lado, ¿Es deseable afrontar? ¿Qué sucede si no afrontamos nuestras decisiones? Aunque me gustaría analizar a detalle si es realmente posible no afrontar trataré de describir las consecuencias y acciones que provienen de no afrontar nuestra acción en el flujo de los efectos que existen en la realidad.

Antes de comenzar me parece importante recalcar, que excluir de nuestra realidad la existencia de una decisión que conlleve a una acción, es decir creer que no es nuestra responsabilidad y que dicha decisión no previene de nosotros sino que únicamente estamos actuando en consecuencia a un estimulo externo, no desaparece dichos efectos, por lo que independientemente de la consciencia individual con la que una persona asuma lo que hace, sus acciones tienen una repercusión en el plano real para todas las personas que existen en el planeta.

No afrontar provoca una sensación de libertad y al mismo tiempo la tranquilidad por no tener que enfrentarse a un juicio mordaz que cuestione el cúmulo de decisiones que se han tomado, sin un juicio crítico sobre el actuar cualquier cosa se vuelve posible y lo más extraño se vuelve absolutamente plausible y deseable.

Bajo un esquema de pensamiento donde no se afronte ninguna responsabilidad, debe vivirse al límite la vida.  Cambiando así, su esencia conservadora y más bien se lanza en una carrera audaz por poner al límite absolutamente todo, caminar por el límite de lo real, de lo existente, cruzando una cuerda floja entre la vida y la muerte, burlarse de todo desde un lugar seguro y silencioso.

Quienes consideran que las cosas llevan un cursos determinado y que las personas más bien estamos inmersos en una serie de acciones de las cuales creemos que controlamos pero en realidad son dichas acciones las que nos determinan, tienen la tranquilidad de actuar sin compromiso, a placer y con plena creatividad sin juzgar como deseable seguir una línea establecida del devenir personal.

¿Quién está bien? En verdad eso no es siquiera una pregunta que me importe contestar, Sólo quiero abundar en el análisis y las implicaciones que tienen para la vida de una persona sentirse responsable de su vida y otra que ve la vida como una puesta en escena de la cual no hay nada que pueda modificar. Pero además de ambos extremos que he dibujado de manera sucinta en este texto, existen millones de matices, mezclas y contradicciones que habitan entre ambos extremos.

Al final es una interrogante la función de esta dicotomía del pensamiento y como las personas deciden alojarse en uno o en otro lado de la ecuación. No sé si exista algo como un estado preferible sobre el otro, lo que si estoy seguro es que a partir de dicha afirmación y construcción personal de paradigmas, se construyen o se destruyen los seres humanos.


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